Un artículo aparecido en 1.896 detalla la
leyenda de las dos Soledades gemelas que hiciera Gaspar Becerra a
Isabel de Valois y que quedaron depositadas en la iglesia de
los Mínimos en Madrid por no atenerse al gusto flamenco de la reina.
Nuestra hermandad ha buscado durante años el rastro de esa imagen
“gemela” a la de la Prioral, que se atribuye que fue una de esas
tallas, que fue solicitada y traída a El Puerto en el Siglo XVII.
Tras visitas a templos y especulaciones
que apuntaban a que la perdida obra de Gaspar Becerra se encontraba en
la localidad madrileña de Arganda (donde la Soledad es
Patrona pero no es la imagen que se buscaba) indagando hallamos la
conexión. La Virgen de la Soledad de los Mínimos de Madrid, que desde
1.868 se encontraba en una capilla de la céntrica iglesia de
San Isidro del Real (que hasta la construcción de la Almudena, hacia
funciones de catedral en la capital), fue destruida por un incendio
acaecido en 1.936. Tras muchas pesquisas, al final se ha
descubierto que la Soledad de El Puerto es la única que pervive de las
que creara el artesano andaluz Gaspar Becerra, por petición de la reina
consorte de Felipe II.
La tradición remonta el origen de la
Virgen de la Soledad de El Puerto al año 1.560, cuando llego a España
Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, quien
portaba una pintura de la Virgen María en su Soledad, y para su oratorio
pidió que asimismo se crease una talla igual a la imagen del cuadro, El
encargo se encomendó a Gaspar Becerra. Pese a los
esfuerzos del artista, la reina rechazó dos modelos de la imagen porque
no se ajustaba a su gusto. Gaspar Becerra se había retirado para tan
importante encargo al convento de los Mínimos de la
Victoria y San Francisco de Paula, en Madrid, en la Carrera de San
Jerónimo, donde depositó las imágenes rechazadas.
Bastantes años después en 1.637, el
inquisidor Gonzalo Fernández del Pozo, radicado en El Puerto, solicitó
la adquisición de una de estas Soledades rechazadas, para el
convento de los Mínimos de la Victoria, donde algunos lustros antes se
había fundado la Hermandad de La Soledad.
Por error, los Mínimos de Madrid enviaron
a El Puerto la más bella de los dos imágenes que poseían. Cuando llego a
destino la talla, ambas partes se dieron cuenta del
error. La leyenda atribuye que “misterioso fenómenos” impidieron el
trueque de las imágenes. Más bien, habría que pensar que los hermanos de
El Puerto, no estaban por la labor de desprenderse de una
talla bellísima. La madrileña tuvo siempre gran devoción en la capital
del Reino.
Debido a la desamortización de 1.868 fue
desmantelado el convento madrileño tal como ocurría en El Puerto, con el
cierre del hospicio de la Victoria y de su templo.
La Soledad portuense tampoco estuvo a
salvo en estos siglos. La imagen, junto a la del Cristo Yacente, fue
vejada y arrastrada por la calle en el asalto de la invasión
angloholandesa de 1.702. La rescató un capitán portuense de nombre
Francisco Franco. En la ocupación francesa de principios del Siglo XIX
fue llevada a la Iglesia de San Agustín. Tras la
desamortización fue depositada en el domicilio de un hermano. Pasó a la
Iglesia Mayor Prioral en 26 de mayo de 1.875.
La Virgen de la Soledad es una imagen de
las denominadas “de candelero”, es decir, tallada solamente de cintura
para arriba y apoyada sobre una estructura cónica
realizada en madera. Erguida al estilo sevillano no se decanta la
posibilidad de que en sus orígenes estuviese arrodillada tal y como se
representaban en la escuela castellana y granadina durante los
siglos XVI y XVII.
Respecto al estudio de su fisonomía,
destaca el hermoso giro de su cabeza hacia el lado derecho, mostrando en
su rostro una expresión serena y dulce. De notable podemos
considerar también la ejecución de sus manos entrelazadas al estilo
granadino, ofreciendo al igual que su rostro un modelado blando y
carnoso muy en la línea de las obras ejecutadas por Becerra. En
sus mejillas se deslizan cinco lágrimas dando a la imagen una mayor
expresión y naturalidad. Esta talla ha debido de ser restaurada en más
de una ocasión, recuperando su policromía original.
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