No existe constancia del autor de esta imagen mariana y aunque al principio se le situaba en la escuela italiana, se estima con bastante fundamento -así lo ha expresado el profesor Enrique Ortega- que pertenece a la escuela del barroco granadino, situándola en la mitad del siglo XVII. Hemos podido comprobar que tiene características muy similares y un asombroso parecido con La Magdalena penitente de Pedro de Mena que se expone en el Museo del Prado, por lo que podría ser de este escultor o de su círculo. Abundando en ello cabe suponer que ya la traerían a este templo los padres carmelitas cuando se asentaron en el nuevo convento. Salvador Daza Palacios en un espléndido trabajo de investigación indica que esta fervorosa efigie de María recibía el nombre de María Santísima de los Santos.
Observando detenidamente sus rasgos podemos comprobar que no corresponden al tipo de dolorosas de la escuela barroca sevillana y que sus facciones se asemejan a las de una persona mayor, más cercana a la edad que tendría María de Nazaret, la Madre de Jesús.
El imaginero que la esculpió consiguió plasmar un riguroso rictus de dolor y de tristeza muy acentuado en su semblante, con el rostro afilado por el sufrimiento y la pena, con la boca entreabierta en un acusado sollozo, con las mejillas bañadas en lágrimas, con un llanto callado, contenido, profundo, dotándola de esta manera con la expresión máxima del dolor materno.
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